lunes, 6 de febrero de 2012

La economía colonial

Repartimiento, Encomienda y Mercedes de Tierras

La Encomienda.- No implicaba la propiedad de la tierra, sino sólo su posesión y el derecho a recibir tributo en especie y/o trabajo de los indios, a los cuales los encomenderos españoles debían adoctrinar en la fe.
Las Mercedes.- las Mercedes son las donaciones reales de bienes (de su patrimonio personal y de la corona) y títulos a cambio del apoyo dado a la alta nobleza o del clero en pago de algún servicio) tienen su origen en Castilla y fueron aplicados a las colonias. Durante las primeras décadas a partir del Descubrimiento, los reyes hacían Mercedes gratuitas de tierras, con el fin de estimular la ocupación efectiva del territorio, y asignar a los conquistadores, fundadores o colonos un medio de vida que les permitiera sostenerse en él y actuar como soldados para la defensa contra acometidas de los indígenas o contra los intentos de invasión de potencias enemigas. Al regreso de Colón el 31 de agosto de 1498 a América, trajo la Carta Patente de 22 de julio de 1497 para dar tierras solamente a los españoles.













Repartimiento.- Fue la asignación de indígenas como fuerza de trabajo gratuito para los encomenderos de la América española o para la corona, que tuvo lugar durante la época de dominio colonial español (siglos XVI-XIX). Aunque no debe confundirse con la encomienda, que era propiamente un reparto de tierras que se efectuaba entre los conquistadores y colonos españoles, ambas instituciones estaban estrechamente ligadas y tenían origen en el sistema utilizado para repoblar el valle del Guadalquivir (península Ibérica) a partir del siglo XIII. El sistema se exportó a las Indias desde el principio de la conquista, aunque variaba enormemente de una zona a otra, tanto en razón de la dureza del trabajo (era mucho más penoso el trabajo en las minas que en las explotaciones ganaderas o en la agricultura), como del porcentaje de indios al que afectaba (normalmente en torno a un séptimo de los varones adultos, en turnos rotatorios), y del grado de aceptación por parte de éstos.

















Mano de obra esclava

Al inicio de la lucha por la independencia, la mano de obra esclava estaba constituida un 18% de esclavos y un 22% de servidumbre. Merma la capacidad de la mano de obra. Bolívar la plantea al congreso de su deseo de liberar a los esclavos y este promulga la ley de Libertad de bienes, la cual consistía básicamente en darle la libertad a los esclavos mayores de 18 años de edad. Luego el 2 de octubre de 1830, el congreso promulga una nueva ley de manumisión, la cual significo un pasó atrás con respecto a la anterior porque le daba la libertad a los esclavo a partir de los 21 años de edad.

Conucos, Plantaciones y Haciendas

El conuco representa una práctica de cultivo propia de las poblaciones indígenas de América del Sur, que se mantiene aún en la actualidad. El conuco como unidad productiva, se prepara con roza y quema, uso semi-nómada de los suelos y siembra predominante de variedades de yuca, combinada con otros rubros como el ñame, el maíz, los frijoles, el tomate, la auyama o la lechosa. Mientras la milpa se inclina hacia la siembra del maíz combinado con otros granos; el conuco en todo caso produce una erosión del suelo menor a la provocada por la milpa.






















El sistema agrario azteca se basó en tres tipos de agricultura: las milpas, los cultivos hortícolas y las chinampas. Las milpas representaban un tipo de agricultura temporal, extensiva, sobre tierra firme y con instrumentos simples, donde se cultivaban maíz, tomate, frijoles, ajíes o calabazas. Los cultivos hortícolas, intensivos en trabajo, se desarrollaban a base de riego y fertilizantes orgánicos. Y las chinampas constituían terrenos cultivados sobre los lagos, a la manera de islas artificiales rectangulares, ancladas al fondo del agua por las raíces de los sauces; la fertilidad del suelo en ellas se lograba con la aplicación de fango, estiércol y plantas lacustres, sobre ellas se cultivaban rubros como el maíz, tomates, chiles, frijoles y legumbres (Jennings, Gary, 1997, 107). Cuando el Imperio Azteca fue dominado por los blancos españoles, estos tipos de agricultura fueron abandonados, en parte por la falta de experiencia de los conquistadores en estos métodos, pero principalmente por la carencia de la fuerza de trabajo suficientemente alta que requerían.
La hacienda colonial representaba la unidad productiva fundamental del nuevo sistema agrario imperante en América durante la ocupación española. La hacienda colonial reprodujo el sistema agrario de España al momento de la conquista, tal que se explotaban hombres y recursos naturales con fines mercantilistas. Las concentraciones de terrenos que encierra una hacienda de la época de la dominación española es signo de concentración de la tierra en manos de unos pocos blancos (colonizadores hacendados, dueños de minas, representantes de la Iglesia), un símbolo de expropiación de tierras comunales indígenas, un icono de explotación de las razas dominadas, una ruptura con el equilibrio ecológico alimentario de épocas prehispánicas, el primer paso a un sistema agrario capitalista. En la hacienda colonial se mezclan prácticas sociales serviles, esclavas y contractuales propias del capitalismo (González, Manuel, 1995, 50).

Permanencia de la economía colonial en el proyecto republicano

El estado colonial intentó proteger tardíamente a sus súbditos indígenas, emitiendo una serie de disposiciones que en 1680 fueron compendiadas en la Recopilación de las Leyes de Indias. Pero a lo largo de los siglos XVII y XVIII la conducta generalizada de españoles y criollos (incluyendo a los propios funcionarios de la burocracia estatal), respondió al dicho popular según el cual las órdenes del Rey se acataban pero no se cumplían. Las reformas emprendidas por los Borbones buscaron justamente la implantación de un nuevo aparato de Estado que permitiese hacer efectivas las disposiciones reales, pero cuya eficacia y modernización suponían eliminar el abismo que separaba las normas legales de las prácticas cotidianas. Dichas reformas, así como la profunda crisis económica y política peninsular, agravada por la invasión francesa, precipitaron las luchas de independencia y el desmembramiento del espacio colonial en una serie de nuevas repúblicas criollas nacidas formalmente como naciones independientes, habitadas por  ciudadanos de iguales derechos y obligaciones, pero que en realidad sustentaron su existencia en la prolongación de las bases coloniales del poder, hecho reflejado en la subsistencia del tributo indígena hasta mediados del siglo XIX.
La independencia no significó que la colonialidad del poder dejase de ser el principal patrón ordenador de las relaciones sociales y culturales en las flamantes repúblicas criollas. Ocurrió todo lo contrario, pues la colonialidad fue el mecanismo ordenador de las relaciones entre las flamantes naciones y sus mayoritarias poblaciones indígenas, las cuales fueron condenadas a la paradójica situación de seguir siendo habitantes de segundo orden en sus propias tierras.
Los intentos iníciales de Bolívar por convertir a los indios en propietarios y ciudadanos individuales, desvinculándolos de sus corporaciones étnicas y comunitarias, fueron utilizados en su favor por las élites dominantes, que a lo largo del siglo XIX expandieron los territorios de sus haciendas a costa de las tierras comunitarias indígenas. Por obra y gracia de las leyes liberales, los indios fueron convertidos en ciudadanos de segunda categoría, sin derecho al voto pero con la obligación de seguir pagando el tributo colonial. El estado republicano como antes el estado colonial, resultó ineficaz en sus intentos de proteger a los indios mediante leyes y decretos que siempre fueron letra muerta.

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